Granja Pepín, un spa para las gallinas
16/04/2021 | Laura Polo ha creado la primera granja de gallinas camperas de toda la provincia de Palencia


Alba de Cerrato, en Palencia, ya ha hecho vecina a una nueva pobladora que lleva tres años amoldando su horario al de sus 1.160 gallinas. Una apuesta personal que transcurre en una granja de 12.000 metros cuadrados, tres naves y un nuevo centro de embalaje que inaugurará en breve, con el que además creará un nuevo puesto de trabajo.

 

Cuando Laura Polo era una niña y pasaba por ‘Venta Pepín’, en el límite de Palencia con Cantabria, en la zona de Potes, decía: “Si algún día tengo un negocio le voy a poner Pepín”, y lo hizo. En 2017 inauguró su negocio, Granja Pepín. Una explotación de gallinas camperas en libertad, situada en el municipio de Alba de Cerrato (Palencia) que se ha convertido en su apuesta personal.

Laura nació en Palencia. Estudió un grado medio de Administrativo y otro de Comercio y Marketing, y trabajó en el comercio y la hostelería tanto en Palencia como en Bilbao, donde ya vivía con su pareja. Aunque su trabajo le gustaba, tenía una sensibilización especial hacia los animales que quería desarrollar.

Cuando su pareja regresó a Alba de Cerrato por motivos laborales, pensaron que era el momento adecuado para emprender y montaron la primera granja de gallinas camperas en libertad de Palencia.

Avicultora y autodidacta

Desde hace tres años ha tenido que amoldar su horario al de sus gallinas. Laura comienza su jornada a las seis y media de la mañana y, muchos días, a las nueve de la noche todavía está con los animales. La mayor parte de sus días transcurren en los 12.000 metros cuadrados que le cedió su suegro para montar una granja con tres naves y 1.160 gallinas.

Era la primera vez que Laura emprendía y desconocía por completo el mundo de las gallinas, pero se decantó por ellas porque pensó que era un animal sencillo con el que trabajar. Por eso, realizó varios cursos de incorporación a la empresa agraria y de bienestar animal a los que se sumaron horas y horas de lectura y formación propia.

“La formación es muy importante porque si no adquieres un mínimo de conocimientos al final estás muy perdida”, reconoce, y subraya que “una granja no es lo mismo que tener cuatro gallinas en un corral a las que les das de comer y beber y te olvidas de ellas. Una explotación es distinta, son muchos animales y si no los manejas bien te pueden generar problemas”.

Para distinguirse en el negocio, apostó por las gallinas camperas en libertad, a las que proporciona el trato y las condiciones de vida adecuadas a sus necesidades siempre en línea con su defensa del bienestar animal.

Casi todo su producto lo vende en el comercio local. Ella misma se encarga de realizar la distribución, dos veces por semana, a las tiendas locales, a un restaurante y a los particulares. “Voy a la casa de los clientes o a sus trabajos y me encanta cuando me preguntan por mis gallinas”, explica.

Constante y paciente

Esta emprendedora palentina reconoce que ella no ha tenido que sufrir el problema de tener que adquirir una vivienda como les sucede a otros pobladores porque antes de irse a vivir a Bilbao, compró con su pareja una pequeña bodega para restaurarla. Ahora, la han convertido en vivienda particular, conservando todavía la bodega.

Arrancó el negocio con una primera nave que construyeron ellos mismos, asesorándose vía internet. Posteriormente compraron otras dos naves que son móviles y que adquirieron a una empresa de Zaragoza que las importa de Francia, “muy bien equipadas” en palabras de Laura. “Si lo llego a saber desde el principio las hubiese puesto todas iguales”, asegura.

Toda la inversión la ha realizado ella misma con fondos propios, aunque también ha contado con una ayuda que le otorgó la Junta de Castilla y León después de haber puesto la granja en marcha, por ser mujer y tener un proyecto de emprendimiento.

Reconoce que ha sido muy constante y paciente para llegar hasta aquí y hacer realidad este proyecto en el medio rural. Considera que el apoyo de su pareja ha sido fundamental, al que se han sumado la familia, los amigos y muchas personas a las que ha ido conociendo. Gracias a todos, Granja Pepín tiene hoy mucha vida.

Huevo a huevo

Comenta Laura que muchas personas se ponen en contacto con ella e incluso van a conocer el proyecto porque quieren iniciar uno parecido. Ella les invita a que lo vean todo y les recomienda que realicen otras visitas a granjas aún más grandes y conozcan los entresijos de su funcionamiento. “Yo no vi ninguna granja y, si lo hubiese hecho antes, más hubiese aprendido”, comenta Laura.

Tanto se ha cultivado en este oficio que hoy, cuando entra en su centro de embalaje, una autocaravana adaptada para el trabajo que realiza, revisa uno a uno y todos los días del año los huevos de sus gallinas con una destreza y velocidad digna de la mejor de las máquinas.

Laura es autónoma y este año ha pedido unos fondos a “ADRI Cerrato Palentino”, una asociación sin ánimo de lucro que se financia a través de los fondos FEADER y cuyo fin es promover el desarrollo económico, social y cultural de la comarca del Cerrato Palentino. Con esta ayuda pretende montar el centro de embalaje con una clasificadora de huevos y dejar la autocaravana porque se le ha quedado pequeña. Ya está en fase de obras y se siente muy orgullosa porque, además, va a crear un nuevo puesto de trabajo.

Esta emprendedora tiene una serie de recomendaciones para los que tengan ideas como la suya. Asegura que, aunque “los animales son muy sacrificados porque reclaman tu atención 365 días al año”, no se arrepiente en absoluto. “Estoy muy contenta porque es lo que yo quería. He comprobado que el campo no estresa para nada. Todo lo contrario, yo antes llevaba reloj a todos los sitios y desde que vivo aquí, en Alba de Cerrato, ya no lo llevo”, explica, y añade que “cuando haces lo que realmente te gusta eres mucho más feliz que antes”.

 

Orgullo para los vecinos

Aunque al principio pensaban que el negocio no subsistiría más de un mes, los casi 90 vecinos de Alba de Cerrato están muy contentos con Laura, porque gracias a la granja viene más gente al pueblo para comprar y aprender del negocio. Además, debido a sus apariciones en televisión, el pueblo ha tenido más repercusión y se ha empezado a dinamizar la vida rural. Pero le gusta puntualizar que prefiere que sus vecinos la definan como la avicultora y no como la huevera.

Pertenece a la asociación cultural del pueblo y a un grupo de consumo cuyo objetivo es poner en valor los productos locales de la provincia. A través de las redes sociales sigue a otras personas que tienen granjas y con ellas comparte problemas, dudas y experiencias.

Cuando le sugieren que si automatizara su trabajo tendría más tiempo libre, Laura responde que entonces perdería sus raíces. “Tengo mi producción vendida y si aumentase la producción perdería la calidad y la identidad que identifica a mis productos de marca y no lo voy a hacer. No me interesa el crecer por crecer y perder la esencia. Quiero seguir aportando a mis animales un complemento de verduras de temporada de su huerta porque al final el huevo y nosotros ganamos”, describe.

Sin duda alguna le gusta estar en el pueblo. ¿Por qué? “Aquí la vida va lenta, al paso que tú le pones. He recuperado mi afición por la fotografía, por los insectos y pájaros que retrato, algo que era imposible hacer en Bilbao”, afirma.

 

Fuente: Red Rural Nacional