Gemma Roselló es historiadora, y trabajaba en Barcelona como autónoma difundiendo y promocionando el patrimonio histórico, natural y cultural. También es guía de naturaleza y de montaña, como su pareja José Jiménez, con el que fundó Sentir el Alto Tajo. Se trata de un proyecto que ofrece servicios inclusivos para personas ciegas o con problemas de visión. Sus responsables son profesionales titulados para el guiado de personas invidentes en el medio natural y que preparan itinerarios adaptados para el disfrute del resto de los sentidos.
La anterior crisis económica afectó a esta pareja, y en 2011, José tuvo que volver a su tierra natal, Peralejos de las Truchas, en Guadalajara. Una población ubicada en el corazón del Parque Natural del Alto Tajo, en la confluencia de las provincias de Guadalajara y Cuenca.
En esta ocasión no tuvieron que enfrentarse, como ha sucedido con otros pobladores, al problema que supone conseguir una vivienda en la España rural. “José se instaló en la residencia de sus padres y yo, cuando mi trabajo en patrimonio disminuyó, también abandoné Barcelona y me establecí con él en Peralejos de las Truchas, un pueblo de apenas 100 habitantes que me ha proporcionado muchas satisfacciones”, comenta Gemma.
Prodigiosa llamada
En un principio su empresa se dirigía a familias y a grupos de empresas, hasta que recibieron la llamada de María José y Viti, dos turistas con discapacidad visual. “Nos dijeron que deseaban venir unos días de vacaciones al Alto Tajo y que si nos atrevíamos a ser los guías de dos personas ciegas. Lo hablamos y lo estudiamos, era la primera vez que lo íbamos a hacer y quisimos probar”, comenta Gemma.
Desde luego, si se lanzaron tan rápido, fue porque estas viajeras les ofrecieron mucha ayuda. “Nos asesoraban sobre lo que podíamos hacer y lo que no y así estuvimos toda una semana con ellas. La experiencia fue muy grata porque ellas disfrutaron muchísimo y nosotros gozamos y también aprendimos bastante”, explica Gemma.
Lo primero que hizo María José fue enseñarles a Gemma y José a diferenciar dos conceptos: accesibilidad e inclusión. “Accesibilidad es hacer que una persona con discapacidad pueda hacer lo mismo que el resto de gente, y la inclusión sería que las personas con discapacidad puedan participar en actividades con los mismos medios que tienen las personas sin discapacidad”, comenta Gemma. Las nuevas excursionistas también les hicieron una recomendación final:
“Especializaros en personas con discapacidad visual porque jamás lo hemos pasado tan bien”.
Pero necesitaban estar más preparados. Llevaban años practicando ecoturismo y ahora debían dar un giro para satisfacer las demandas de los nuevos turistas hacia las personas con discapacidad. Para ello, realizaron un curso de formación que imparte la ONCE, y obtuvieron el título de “Curso de guiado en montaña para personas con discapacidad visual y movilidad reducida”. Durante un año y medio más, Gemma estuvo haciendo un estudio de mercado e inició una intensa campaña comercial. Contactó con la asociación Amigos del Perro Guía y con las asociaciones de discapacidad visual de todos los puntos de España. “Pero tenemos que seguir formándonos cada día. Como el 90 de los clientes repiten cada año, nos vemos obligados a crear nuevas rutas, con sus respectivos talleres y actividades, para que cada temporada que acuden les resulte atractiva.
Eso nos lleva a tener que estar reciclándonos constantemente”, explica Gemma.
Oficina única Laboralmente, Gemma y José están dentro del régimen de autónomos. En temporada alta contratan a monitores y guías de montaña y para las rutas de personas ciegas cuentan con la ayuda de su hija, que también está formada en el guiado para personas con discapacidad.
Les gustaría contar con un local para poder realizar los talleres y los cursos de formación en invierno pero, si con la vivienda no tuvieron ningún problema, con los locales es otra historia. Gemma critica que les han llegado a pedir “300.000 euros por una casa que está derruida y sin techo”. “Aquí han olvidado que esto no es el Paseo de Gracia ni la Castellana”, dice.
Para salvar la ausencia de un local, las recomendaciones que hacen a sus clientes antes de iniciar una ruta las realizan siempre sobre el terreno, en plena naturaleza.
Para estar ubicados en el mundo rural Gemma reconoce, con cierta ironía, que “internet funciona”. En cuanto al resto de servicios, es más drástica y dice que le gustaría que fuesen como en las ciudades.
“Cada vez que tenemos que realizar una gestión en la Seguridad Social o Hacienda, nos tenemos que desplazar a Guadalajara, eso supone dos horas de viaje, o a Cuenca, en este caso hora y media. Eso no resulta atractivo para los pobladores que quieren asentarse en la zona”, considera. Incluso se atreve a sugerir que “con una oficina única en Molina de Aragón —el centro neurálgico de la zona— se nos facilitaría mucho cualquier gestión porque sólo tardaríamos media hora de viaje”.
Seguridad y confianza
Todos los soportes informativos que tienen están adaptados para el braille.
También cuentan con un código QR que se escanea y que recoge toda la información sobre la ruta que van a realizar, desde la flora que se van a encontrar hasta las instrucciones para preparar un remedio natural. Para esta labor han contado con la ayuda de una técnica en accesibilidad, una antigua clienta que empezó haciendo una de sus rutas y que ahora colabora con ellos.
En cuanto al alojamiento se refiere y para la realización de algunos talleres cuentan con la colaboración de Casa Pura, una pensión de las de toda la vida en la que los turistas se pueden alojar en régimen de pensión completa. Al principio se reunieron con el equipo que regenta la pensión para informarles sobre los nuevos turistas que iban a recibir y comprobar si tenían que realizar algún tipo de acondicionamiento de espacios. Lo asimilaron tan bien que cuando los excursionistas finalizan su estancia siempre dicen que se han sentido tratados como si estuviesen en su propia casa.
Reconoce Gemma que sus clientes suelen llegar un poco indecisos. “Pero nosotros les transmitimos seguridad y confianza y les preparamos sus rutas a la carta. En ocasiones nos visitan turistas que han sido atletas paralímpicos y les tenemos que programar itinerarios de 30 kilómetros al día. Otros simplemente te solicitan un recorrido más cultural”, explica. Igualmente, “cuando llega una persona con movilidad muy reducida las asociaciones de parapléjicos nos ceden la silla Joëlette, preparada para este tipo de rutas.
En un futuro querríamos comprar la nuestra pero de momento tenemos más demanda de personas con discapacidad visual que de personas con movilidad reducida”.
Cuando Gemma se refiere a sus clientes generalmente lo hace por su nombre de pila, como si los conociese de toda la vida. Es tan grande el contacto que llega a establecer con ellos que al final de sus visitas una gran parte terminan siendo amigos. Gemma comenta que cuando crearon Sentir el Alto Tajo surgió una gran expectación en toda la comarca. “Pero a nosotros lo que más nos ha interesado siempre es la opinión de las personas ciegas, unos turistas que nos dicen que hemos conseguido normalizar su situación. Al principio cuando íbamos a otros pueblos a realizar una ruta gastronómica los vecinos les miraban y decían: ‘pobrecitos’. Hoy ya no se les ve así porque su presencia se ha convertido en algo habitual”, explica Gemma.
De la cerveza a la nieve
Sin duda, Sentir del Alto Tajo ha conseguido que la zona se dinamice. Además de los talleres que organizan, generalmente por las tardes, colaboran con muchos artesanos gracias a las buenas relaciones públicas de Gemma. Así, por ejemplo, a una hora en coche se encuentra la población de Milmarcos, donde Judith produce una cerveza artesana conocida como la Balluca.
“Con Judith preparamos una caja de cerveza artesanal maridada con platos de la zona, algo que nuestros turistas valoran mucho. Con José, otro artesano que trabaja la madera de boj, hacemos unos talleres para que las personas ciegas toquen y distingan los distintos tipos de madera y los productos finales que han surgido de este material. Acabamos de incorporar a un cantero, y seguimos buscando otros artesanos con los que poder montar más visitas”, explica
Gemma.
El abanico de actividades es muy amplio, destacando las rutas de senderismo interpretativo, los talleres de naturaleza, los baños de bosque (SHINRI-YOKU), el earthing (contacto con la tierra) y la observación de animales. En un espacio que les cede Casa Paca desarrollan talleres para fabricar ambientadores con espliego y han iniciado también un taller basado en la técnica de encuadernación artesanal con piel, como se hacía antiguamente. En otoño ofertan el espectáculo natural de la berrea. “Cuando llega el invierno nos piden que les avisemos par que puedan vivir el espectáculo de la nieve de verdad”, dice Gemma. Siempre han trabajado con grupos reducidos de personas. Seis para personas con discapacidad y diez para los grupos generales.
“Nosotros somos una empresa de ecoturismo con la premisa de causar el mínimo impacto al medio y a las personas que en él habitan, por eso huimos del turismo de masas”, comenta Gemma.
“Tengo que reconocer que el entorno natural en el que trabajamos tiene una belleza inusitada. La diversidad es enorme y puede cambiar cada día y a veces cada hora. Queremos compartir el contacto directo que tenemos con la naturaleza. Por eso el año que viene lanzaremos nuevas rutas para que las personas sordas puedan disfrutar también de este espectáculo natural”, explica Gemma.